domingo, 5 de febrero de 2012

Entrevista a Leonardo Lozano, por Ignacio Alen (edición completa):

¿De dónde surge tu pasión por la música? De su jolgorio. La música es un arte conmovedor y elocuente, de una capacidad expresiva a la que mi alma no puede ni quiere ser indiferente. Dios mandó esa ola de sonidos y a mí me arrastró. De las artes es la más etérea, hasta el incienso deja cenizas, pero la música sólo te deja huellas en el alma, de allí que su fortaleza sea tan admirable: No tiene manos, pero te levanta; es invisible, pero te invade con luces y colores; hace que cinco segundos parezcan una eternidad y que la eternidad sea palpable, yo no me iba a resistir a esa maravilla. En su lenguaje hay lugar para la amplitud del sentimiento humano, con ella ríes, lloras, truenas, te quedas estupefacto, te retuerces, te impresionas. Es como un ángel: Invisible, servicial. Yo creo que la música surge cuando Dios le canta a sus hijos como mi madre me cantaba a mí. Yo creo que de allí debe surgir mi pasión por ella.

¿Te consideras un músico de formación o de nacimiento? En donde no hay estudio y perseverancia la genética no opera con eficacia. Esto, desde luego, no niega la genética. Yo creo en el talento como don divino, como semilla. Pero de la semilla al árbol hay una distancia que trazan la dedicación, la constancia, la perseverancia, la esperanza y la paciencia. La semilla promete un árbol, pero éste no da frutos hasta que esa promesa se cumple a punta de un trabajo fragoso. El talento promete música pero de allí a que ésta suene debe haber mucho esfuerzo. Las gotas del sudor humano fertilizan la tierra donde nace el estro. La Musa y la flojera no congenian en la misma casa.

¿De qué modo la música ha moldeado tu personalidad? El ejercicio musical en lo amplio de su espectro exige al hombre crecer, en cierta forma. Revisemos primero la labor del intérprete: Exige ser comprensivo a la emotividad de un tercero (el compositor) y asumir sus emociones, entenderlas y lanzarlas como propias, captar sus ideas más brillantes y emitirlas con gracia. Por otra parte, debe ser confiado de sí mismo, tomar el timón de sus emociones y salir airoso delante de una multitud. Para el intérprete la música como tal es un discurso que él escoge decir, y el entender ese discurso, el vivirlo, te deja un aporte, te "moldea", para usar tus propias palabras. Cada idea que pasa por tu mente va cambiando la faz de tu manera de sentir y pensar, como la onda de una ola que difumina el perfil de la playa, y esas ideas te van esculpiendo, modelando, de una manera imperceptible pero efectiva. 
Por otra parte tenemos lo que aporta al ser humano la composición musical. El componer, por su parte, requiere reflexión, visión, espontaneidad, imaginación, creatividad. Cada vez que un ser humano se esfuerza en atisbar a estas potencias se le mueve el basamento. 
La música me ha estimulado a querer expresar las ideas con mesura, evitando los excesos, en su justo tono, volumen y momento, con las herramientas apropiadas. A través de ella he aprendido un poco a escoger y decantar las ideas, me ha motivado a inclinarme por las cosas buenas, por la belleza. Con sus vibraciones seduzco a mi esposa y alegro a mis hijos. Ha sido responsable de una gratitud que guardo a mi Dios en el fondo de mi alma, y sujeto a las lianas invisibles de este arte trepo hacia Él. De ella recibí el tratar de ser delicado pero fuerte, de ella guardo los arrorrós eternos de mi madre, el canto de mi padre cuando ayudaba en los oficios de la casa, y debo añadir que mi raigambre de venezolano suena desde su hálito. 

Por último queda mencionar la labor de enseñar a otro músico, el oficio de maestro. Quien ama que otro aprenda aprende en consecuencia el servicio y la comprensión. Aprendes a encender el fuego y a cuidar que no se apague. En fin, esto debería ocurrir en un buen profesor, pero no estoy seguro de que ocurra en mi caso. Enseñar música es la más intrincada experiencia que haya yo emprendido, es de mis trabajos el que me exige mayor esfuerzo y tiempo, y el que menos se conoce. Así debe ser. Bueno, y ya para salir de mis digresiones, remataré diciendo que la música me ha vuelto más alegre y expresivo, y un poco menos bruto.

¿De qué manera influyó el movimiento renacentista en la conformación de la identidad musical venezolana? El primer contacto de nuestra tierra con el continente europeo ocurrió durante el Renacimiento, esto debe dar pauta para empezar a responder tu pregunta. Pienso que los mismos viajes de Colón responden a una inquietud muy renacentista. El Renacimiento, que buscaba establecer la ciencia, retomando lo platónico, no se conformaba con suponer. Había que elevar a irrefutables las ideas de Aristarco de Samos, quien aseguraba la redondez del planeta desde los tiempos de Aristóteles. En Da Vinci tenemos a un Maestro que no se conforma con representar la anatomía superficial, sino que abre el abdomen de un cadáver y hurga en sus entrañas para ver cómo y de qué se compone. En fin, es muy probable que Colón, de haber obedecido las órdenes que recibiera del Rey de España en 1497, en el periplo que le trajera a la tierra venezolana (1498) portara instrumentos musicales. Yo pienso que lo más probable es que introdujeran guitarras, laudes y vihuelas, por ser éstos muy extendidos en su uso y fáciles de transportar. Ese cuatro nuestro, tan venezolano, es hijo de una guitarra de cuatro órdenes de cuerdas que se usaba en el Renacimiento y que trajeron a nuestra tierra españoles y luego transformaron quizás, con su influjo, los portugueses, pues el cuatro presenta también indicios morfológicos que lo emparentan al cavaquinho. 
El arte de acompañar armónicamente las melodías que utiliza a diario nuestro folklore se pulió en la época renacentista, y los rasgueos que infunden vitalidad y sensualidad a las distintas danzas venezolanas se venían cultivando desde entonces.
Valiéndonos de un sentido más amplio podemos afirmar que la humanidad entera está en deuda con este período.

¿Qué tan renacentista es el cuatro? Es renacentista en su ascendencia. En sus cuerdas al aire, por ejemplo, parece anunciarse la preferencia hacia los modos jónico y eólico, es decir, los modos mayor y menor, que caracterizaron las producciones posteriores a este período del arte. Vemos, también, aparecer en su cordaje al intervalo de tercera mayor que marcaría su presencia en la música del renacimiento con un efecto satinador al lado de los intervalos justos. Pero el cuatro, más que ser renacentista, es venezolano. Es un venezolano con una larga historia fragante de Orinoco y Caroní. El cuatro es un madero que en la amplitud de la memoria suya recuerda con gratitud los cantos de sus abuelos, y por ese agradecimiento y esa amplitud en la mirada retrospectiva el Renacimiento es tan suyo como nuestro (no hay que olvidar que América y los americanos le aportaron un mundo al pensamiento renacentista desde las mismas crónicas del deslumbrado Almirante Cristóbal Colón), forma parte de nuestra genuina memoria ancestral. Ese "Cambur Pintón" es una "fruta" que le debe mucho al Renacimiento y también al Barroco. Pero no puede uno olvidar que ese Renacimiento, sin nuestra América, queda incompleto.

A través de los estudios que has realizado sobre el Renacimiento, ¿Qué características de ese movimiento consideras que se reflejan en tu trabajo actual? Pienso que el gusto por la textura contrapuntística y polifónica de mano con los rasgueos. La búsqueda de apoyar la técnica musical en una base científica, metódica, analítica, pero a su vez llena de gracia, es propio de una mentalidad de aquella época y forma parte de mis aspiraciones e inspiraciones. El tratar de tener del arte una visión global que trascienda los linderos de la música para abrazar las otras artes y aprender de ellas sus evidencias - las cuales a veces en el arte musical permanecen escamoteadas - forma parte de una inquietud que yo no dudaría en señalar como hija del Renacimiento. En líneas generales puede uno constatar que lo que llamamos el "comportamiento de uno mismo" es eco de un pasado distante, en gran manera. Nuestra forma de entender la vida, de vivirla, las horas en que solemos comer, aquello de que nos alimentamos, el modo como nos vestimos y nuestras costumbres, son ancestrales, las hemos aprendido y las asimilamos como parte nuestra, pero en realidad vienen operando, muchas veces, desde tiempos inmemoriales. Mucho de aquella época debe cobrar vigencia en mi trabajo, algunas veces conscientemente e inadvertidamente otras.


1. El Renacimiento significó para la historia del mundo occidental... Redescubrir la grandeza del aporte griego, el crecimiento y el estallido de la curiosidad multiforme, la sintonía entre la ciencia y el arte, la expansión de nuevas formas de aplicar el cristianismo, la apertura de nuevos horizontes y el deslumbramiento que significó constatar la aparición de una utopía: América. 

2. Ser renacentista en el siglo XXI tiene que ver con... Anacronismo. Si se vive en el siglo XXI no se puede ser renacentista. Uno puede inspirarse en el Renacimiento, amarlo, admirarlo, aprenderlo, conocerlo, tener un concepto de él, interpretarlo e incluso, transportarse a él a través de las artes bebiendo el sorbo de aquellos lenguajes que trascienden al tiempo, pero no, ser renacentista. El carácter irrepetible de cada instante muda una época en otra y cada generación vive, ríe y llora su lugar y su tiempo.


"Leonardo Lozano dedica el contenido de esta entrevista a la memoria de sus padres, el Dr. Luis Lozano Gómez (Apurito 1912 - Valencia 2007) y a Sra. Ana Lucía Escalante de Lozano (Tácata 1923 - Valencia 2008)".